Fotografías

Nuevas fotos: Retratos de India (1)

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India es un paraíso para los retratos… ¡con dos inconvenientes!

Por un lado, fotografiar a hombres es bastante sencillo. Suelen dar su consentimiento, o incluso te piden ser fotografiados, pero tienen la manía de querer posar con cara de guerrero agresivo. No en vano, uno de los apellidos más frecuentes en la India, es Singh, que significa León. Son infinitamente amables, pero les gusta poner cara de duros delante de la cámara. En unas cuantas fotos queda bien, pero al final resulta monótono, y entonces tienes que intentar romper la barrera inicial para que el posado sea más natural. Una buena coña gestual hace milagros, como siempre.

Pero lo verdaderamente difícil es fotografiar mujeres. Niñas, pase, ancianas, quizás, pero mujeres adultas… ¡nunca te dan permiso! Por eso le tengo tanto cariño a esta foto. Es el único posado de una mujer que conseguí en tres semanas. Por suerte, era una belleza.

Como de todos los retratos que hago, recuerdo perfectamente las circunstancias que los rodearon. Es una especie de milagro, pues tengo una memoria pésima que, curiosamente, no mejora con los años. El origen de esta foto fue tomar un pequeño callejón, que salía de la calle principal, para volver por otro sitio al hotel. Una decisión aleatoria y aparentemente tonta, que nos metió en una de las experiencias más fuertes y auténticas que tuvimos en la India.

Estábamos en Bundi, un sitio ya de por si fuera de las rutas principales, aunque tampoco particularmente remoto. Allí es donde Kipling vivió y escribió “El libro de la selva”. Al poco de meternos por el callejón de marras nos dimos de bruces con un festival Hindú, una especie de procesión. Habría unas 300 personas en un espacio muy reducido. La verdad es que no fuimos muy capaces de entender lo que pasaba o lo que celebraban, pero como eramos los únicos occidentales, pronto nos convertimos en atracción. Y allí, entre toda la gente que estaba dispuesta a intentar charlar con nosotros por señas, estaba esta preciosidad que, en medio de la algarabía, dejo a un lado el exceso de modestia y se dejó fotografiar. Duró un instante, solo me dio tiempo a hacer un par de fotos y al poco nos “arrastraron” al interior de una casa. Allí el festival continuaba, y en la azotea, estaban haciéndole, literalmente, un exorcismo a un señor. Un hombre, haciendo de chamán, brujo, sacerdote, o como le quiera usted llamar, le agarraba con una mano por la frente, y a continuación el sujeto caía al suelo entre espasmos. Era tan alucinante que no fui capaz de sacar la cámara, no fuera a parecer ofensivo. Hay que decir que, en todo momento, y seguramente viendo la cara que debíamos tener, nos hacían señas de que todo iba bien… vamos, ¡de que no tuviéramos miedo! Después nos invitaron a picar algo con ellos. Intentamos comer lo menos posible, por el miedo a las cosas lavadas con agua local, y al poco nos fuimos, entre alucinados y aturdidos.

Lo mejor de viajar, sin duda, es doblar al azar la esquina acertada, la que no aparece en las guías y te lleva a donde no te imaginaste estar.

¡Debes de tener un telescopio enorme!

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Esa es una de las frase que más escucho cuando enseño una foto como esta, de la Galaxia de Andrómeda. Realmente es un comentario lógico… estamos acostumbrados a ver los gigantescos telescopios con los que cuentan los astrónomos hoy en día, y parece que algo así sólo se puede hacer con un monstruo… pero no, mi telescopio no es en absoluto grande. En realidad es más un teleobjetivo, con 510 mm de focal, que un telescopio. Para que os hagais una idea, un tele estándar de fotografía puede tener fácilmente 300 o 400 mm de focal…. así que no es mucho más.

¿Dónde está el truco entonces?… la respuesta rápida: en el cielo, oculta a nuestros ojos.

La galaxia de Andrómeda, como otros objetos celestes, ocupan en realidad amplias extensiones en la bóveda celeste… aquí tenéis una foto suya con la luna sobreimpuesta, respetando el tamaño con el que se ven ambas desde la Tierra. Si en una noche de otoño no la vemos en todo su esplendor, cubriendo una buena porción del cielo nocturno, es porque brilla demasiado poco como para que nuestros ojos la capten. De hecho, lo único que vemos a simple vista es su núcleo central, y apenas si lo llegamos a percibir como una estrella poco brillante. Si tuviéramos una vista más sensible… ¡os imagináis que fantástico espectáculo!

Entonces… ¿que tenemos que hacer para hacer una foto como esta? Como para cualquier objeto poco iluminado, la respuesta va a ser usar película más sensible e incrementar el tiempo de exposición (el telescopio no tiene diafragma, así que en este caso jugar con él queda descartado). Ya que lo de aumentar la sensibilidad tiene un límite al que se llega rápido, el camino a seguir es hacer más largo el tiempo de exposición… ¡y mucho! En concreto, esta foto acumula unas dos horas.

Pero esta solución nos lleva al siguiente problema: el cielo nocturno va desfilando por encima de nuestras cabezas mientras la tierra rota. Así que una foto de tan larga exposición requiere un seguimiento preciso del objeto durante todo el tiempo que dure la toma. En esta foto, de mi telescopio, veis que el aparato óptico en si es lo de menos. Lo que llama la atención es todo lo que hay alrededor, otro telescopio más pequeño encima, un trípode feo de grande… pues bien, todo está dedicado a conseguir que el objeto no se mueva del encuadre ni lo más mínimo durante las dos horas que dura la toma.

Esa es la clave de la captura en astrofotografía, un buen seguimiento del cuerpo celeste. Luego viene la segunda parte, que es como procesar la foto que se ha tomado para llegar realmente a sacar los colores y la definición que veis…. pero eso es para otro día… o para toda una vida de aprender.

Nuevas fotos: Lanzarote

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He subido unas cuantas fotos de Lanzarote, correspondientes a un viaje de cuatro días en abril de 2009.

Fue el “estreno oficial” de mi cámara actual, una Canon 5D MkII, y de un objetivo que compré de segunda mano el Canon 28-70 2.8 L. En resumen, la primera vez que tenía un equipo de verdad potente… así que se acababan las escusas, si las fotos no eran buenas, la culpa era del indio, no de la flecha. Completaba el equipo un trípode y unos filtros de degradado neutro (ya explicaré otro día que leñe es eso).

La mayor dificultad que tuve en varias de las tomas fue pelearme con el viento, que a veces era fortísimo. Los filtros hacían de vela y la cámara se meneaba encima del trípode una barbaridad… Las exposiciones largas, de hasta 30 segundos, para crear ese efecto lechoso en el mar, fueron complicadas….

Espero que os gusten.