September 2012

Nuevas fotos: retratos de India (3)

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Hay un nuevo Portfolio, India 3, en la sección de retratos.

La foto que lo ilustra es la de un hombre en Risikesh, una pequeña población atravesada por el Ganges, al Norte de la India, en la falda de la cordillera del Himalaya. El lugar es conocido por ser considerado  la capital mundial del yoga y por la visita de los Beatles, que fueron a “encontrarse a ellos mismos” en el ashram del Maharashi Mahesh Yogi. El resultado, aburrimiento supino y desbandada final en medio de acusaciones de acoso sexual contra el gurú…

Quizás conocer esta historia me condicionó, pero a mi el lugar me pareció como un parque de atracciones temático del esoterismo y el yoga.  La cuenta para mi… Creo que entendí la desbandada, encabezada por Paul, seguramente el más sensato los cuatro. Aún así, si uno se abstrae de la capa de tontería, el sitio tiene algo de fascinante, con los puentes colgantes sobre un Ganges aún sin rastro de contaminación… aunque carezca de la fuerza de la mucha más poblada, sucia y exagerada Varanasi.

El hombre de la foto era un tipo simpático. Estaba al borde del río, charlando con un amigo. Me pareció que tenía un aspecto imponente,  así que me propuse hacerle un retrato. Me fui acercando a el, como quien no quiere la cosa, dando vueltas y mirando para otro lado, esperando el mejor momento para abordarle y pedirle permiso. No hizo falta. El se me adelanto y me dijo, con cara de sorna, que si quería hacerle una foto. Disparé una de medio cuerpo para arriba, y luego está, que fue mi favorita  Se la enseñé en la pantalla de la cámara y recuerdo que se mostró muy sorprendido. Llevaba el 50 mm 1.8,  en una 350D. Una combinación muy pequeñita, que abulta poco y que tiene un aspecto más bien barato y plasticoso. Con esa birria no podía parecer un fotógrafo decente (hay estudios que demuestran que la gente juzga de forma más positiva las fotos hechas con equipos voluminosos). Al ver lo que podía salir de ese cacharrín, se llevó una grata sorpresa.

Y es que el 50 mm 1.8 de canon es la mejor inversión calidad/precio que nadie pueda soñar en una tienda de fotografía. Por 120 euros te llevas un objetivo que, simplemente, te convierte de forma casi instantánea en mejor fotógrafo… Si tienes una reflex y no tienes una focal fija, ya estás tardando…

 

 

 

Nuevas fotos: Arquitectura en India (2)

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Tenéis un nuevo portfolio de la India en la sección de arquitectura.

La foto seleccionada para ilustrarlo corresponde al castillo de Meherangarh, en Jodhpur. Es, simplemente, grandioso y gigantesco.

Está tomada desde lejos, desde un cenotafio que se llamaba Jaswant Thada. Lo que le da mayor interés son los niños, marcando la silueta contra el cielo y la mole del fondo.

A la puesta del sol, desde el restaurante que estaba en la azotea del hotel, la vista era parecida. Los sonidos de la calle, bocinas, almoacines y canticos hindues se fusionaba en una hipnótica cacofonía, proyectandose sobre el castillo.

Que ganas de volver….

 

 

Nuevas fotos: Arquitectura en India (1)

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La imagen que he seleccionado para comentar este nuevo portfolio, que podéis encontrar en la sección de arquitectura, corresponde al templo dorado, edificio icónico de la religión Sij.

No soy una persona que tenga un particular sentimiento de apego por la espiritualidad, al menos si la entendemos en su definición mas barata y estrecha. Por decirlo de una forma gráfica, nunca he comprado una piramide de cristal para canalizar mis energías positivas, ni he orientado el cabecero de la cama hacia el este, siguiendo los dogmas del Feng Shui. Sin embargo, el Templo Dorado me transmitió, de forma instantánea, una fuerte sensación de paz, cercanía, bienestar y espiritualidad. Me resulta extraordinariamente difícil explicar la causa. Lo visité varias veces, la primera por la noche, y siempre tuve esa sensación. El ambiente es más el de un punto de encuentro social entorno a un lago que el de un templo clásico. No es difícil entablar una buena conversación y tienes la sensación, posiblemente engañosa, de una falta de impostura y de estar rodeado de buena gente que se relaja en un punto de encuentro común.

Mi última visita fue para ver la puesta de sol. Pensaba aprovechar la luz del atardecer para hacer fotos. No hice ninguna.

Al poco de entrar me abordó una chica joven, en sus veintipocos. Era bonita, de modales refinados, vestía elegantemente y su inglés era muy correcto.  Me preguntó si podía hablar conmigo, pues necesitaba charlar con un occidental. Nos sentamos en el borde del lago, me enseño su brazo derecho, y me contó su historia.

En el antebrazo se notaba la marca de un pinchazo reciente. Acababa de salir el hospital, tenía la marca del suero. Esa tarde había intentado suicidarse con una sobredosis de pastillas.

Hacia meses se había enamorado de un chico, hablando con el por teléfono. Era un amigo de un amigo, y se pasaban el día colgados del auricular. Nunca lo había visto en persona, pero quería casarse con el, en contra de la opinión de su familia. Podéis imaginaros que no daba crédito a lo que oía.  Se me antojaba increíble que nadie tuviera intención de contraer matrimonio con alguien que ni siquiera conocía en persona.

El problema es que eran de castas diferentes. El chico era de una inferior y, además, debía tener la piel bastante oscura, según le había confesado. Este detalle racista no hizo sino confirmarme mi impresión de que la sociedad india es tan fascinante como fallida e inhumana.

Tras enfrentarse a su familia consiguió finalmente el consentimiento paterno… solo para recibir, la mañana del día en que nos encontramos, una llamada de despedida del chico. El no había sabido, o querido, luchar con idéntica fuerza contra su familia, que también se oponía a la boda por ser ella… ¡de una casta superior! La sensación de humillación fue tal, que no se le ocurrió otra idea más brillante que intentar suicidarse. El resto es historia. me dijo que necesitaba explicarle esto a un occidental, que un Indio prejuzgaría.

Ni que decir tiene que yo tenía todas las alertas anti-timo zumbado en la cabeza. Esperaba que en cualquier momento me dijera algo que me llevara a la conclusión de que todo ello era una tomadura de pelo para sacarme dinero. Pero al oirla todo parecía sincero… y de hecho, en ningún momento me planteó nada en esa línea.

El final de la historia es bastante féliz. Por fin, desde el hospital, llamó a su padre. Como siempre ocurre, los padres han vivido más de los que los hijos creen, y su reacción fue comprensiva y tranquila. Ahora mismo, el padre iba de camino al templo, donde se encontrarían. Después de charlar un buen rato, con los pies y el sol colgados sobre el lago, se despidió. Me dio la sensación de que le había sentado bien soltarlo todo.

Las fotos quedaron para otra ocasión.

Antes y después

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Queda inaugurada una nueva categoría…. Antes y después.

El nombre es autoexplicativo, ¿no? Pretendo mostraros el poder del retoque, en algún caso que encuentre que el resultado es dramático. Este es un buen ejemplo, aquí tenéis el original.

Os doy unas cuantas reglas retoque sacadas de mi experiencia. Van en orden lógico de como aplicarlas:

  1. Para mi, la regla número uno del retoque es que no se note. Si se nota, o se ve artificial, malo. Es como el maquillaje de una mujer, debe embellecer pero no cobrar protagonismo. Así que hay que tener muchísimo ojo. Obviamente esto es una cuestión de gustos. A mi los HDR forzados, por ejemplo, no me van. Obviamente,  esta regla está para romperla de vez en cuando.
  2. Si puedes, haz el retoque a lo largo de varias sesiones cortas, no del tirón. Es conveniente al menos, que pase un día entre que crees que has terminado la foto y el aprobado final. Te metes tanto en la imagen que realmente pierdes la perspectiva y necesitas los ojos frescos del día siguiente.
  3. El primer paso, una capa de niveles, para ver como es el histograma de la foto y hacerte una idea de por donde hay que tirar.
  4. Elimina las manchas producidas por las motas de polvo del sensor con tampones. Mirar en la foto original el peazo pelo que hay. Eso no es polvo, se pasa ya a la categoría de guarrerida.
  5. Elimina el ruido si es excesivo. Vigila la nitidez. Amplia al 100% para comprobar que no te has pasado de reducción y queda todo “apastelado”.
  6. Tu negativo ya está listo. Decide si tu foto va a ser en color, o monocroma.
  7. Procesa por zonas si es imprescindible. Evítalo si puedes. Si lo haces, cuidado con los límites.
  8. Usa el viñeteo artificial en retratos. Mano de santo.
  9. Utiliza capas para todo. Todos los ajustes deben ir en capas, no sobre el original. Imprescindible.
  10. Usa el enfoque artificial con mucha moderación. Amplia al 100% para usarlo y vigila el ruido. Siempre al final.
  11. Cuando creas que hayas terminado, mete una última capa de curvas y de balance de color para ver que la foto ya no es mejorable y sobre todo que el histograma está bien y no hay algún color dominante indeseado (típicamente un verde o un magenta)

El retoque de esta entrada fue particularmente complejo. Quería hacer algo muy monocromo. Emplee un montón de zonas y busqué que no se notaran los bordes, no quemar la zona más iluminada, no oscurecer del todo las montañas de primer plano, corregir el color (mediante una capa de flitro calido), etc… como veis, ha sido muy agresivo, mucho más del lo habitual en mi. Especialmente en lo referido al color. Ahora mismo creo que no lo haría así… ¡pero es que esa es otra regla! ¡no hay una solución única correcta! Muchas veces funcionan varia cosas, y has de elegir una en función de lo que quieras transmitir.

Hoy hubiera hecho algo intentando respetar y potencial el contraste de colores. Algo como…

Ups… lo he hecho… ¿Cual os gusta más?

Lo el retoque, es como los trucos de los magos… al ver el antes y el después la foto pierde cierta gracia y el trabajo puede volverse burdo… pero no deja de tener interés saber como se hace…

Recordad, fotografiar es mentir.

 

Nuevas fotos: retratos de India (2)

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Hay un nuevo portfolio de la India en la sección de retratos.

De las que van en el grupo, he destacado esta foto porque me encanta, Simplemente por eso. Os recomiendo que veáis su versión integra, la del portfolio, no el recorte de esta entrada.

Su historia también es bonita. Y choca con la realidad que vemos en los periódicos. La hice en el patio de una Mezquita de Delhi. Allí, al ir con calma, terminé charlando con un grupo de fieles. Al principio solo con el padre de esta niña y de su hermana, igualmente preciosa. Hablaba un inglés razonable, así que nos pasamos un buen rato parloteando…. sobre todo de religión. Yo le expuse todos mis puntos de vista al respecto, y viceversa. En todo momento hubo curiosidad y respeto por lo que pensaba el otro, y a pesar de estar en una mezquita, no me sentí presionado cuando le explique mi postura, que no podía ser más opuesta a la suya. Por último, le pedí permiso a el y a sus hijas para hacer unas fotos a las niñas. Solo tiré dos, para no emponzoñar con mi ansia fotográfica lo que había sido una buena charla. Quedaron de lujo. Y esta, en particular, fue una de esas que no necesitas llegar a casa para saber que has conseguido algo potente. Una de esas que te hacen cosquillas en el estómago, de las que te crean una adicción que te obliga a seguir dándole al disparador.

Es verdad que había tipos en la mezquita con pinta de integristas con los que dudo hubiera podido mantener esa conversación, pero creo que allí, como en todos los países árabes que he visitado, la gente como este amable buen hombre y sus dos preciosas hijas son mayoría.

Al final, como siempre ocurre en India, se terminaron congregando a nuestro alrededor una pequeña multitud. La magia había terminado y era momento de dar las gracias y desaparecer.

La historia tiene un epílogo técnico de lo más melodramático. En aquella época, descargaba las fotos en un Ipod, pues mis tarjetas de memoria eran de capacidad bastante reducida. Al llegar a Madrid, y ponerme a pasar las fotos al ordenador, el Ipod se atascó cuando faltaban aún muchas por descargar, entre ellas esta. Casi me da un ataque. La solución me la dio un compañero de trabajo. Meter el cacharro 15 minutos en el congelador, dentro de una bolsa de plástico para protegerlo de la humedad. Así se contraen todas las partes mecánicas y existe una posibilidad de que el aparato, que es básicamente un disco duro, vuelva a funcionar durante un ratito… así fue, a mi se me pasó el disgusto, y vosotros podéis ver la foto. ¡Un remedio casero de lo más curioso y efectivo!

 

Nuevas fotos: Retratos de India (1)

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India es un paraíso para los retratos… ¡con dos inconvenientes!

Por un lado, fotografiar a hombres es bastante sencillo. Suelen dar su consentimiento, o incluso te piden ser fotografiados, pero tienen la manía de querer posar con cara de guerrero agresivo. No en vano, uno de los apellidos más frecuentes en la India, es Singh, que significa León. Son infinitamente amables, pero les gusta poner cara de duros delante de la cámara. En unas cuantas fotos queda bien, pero al final resulta monótono, y entonces tienes que intentar romper la barrera inicial para que el posado sea más natural. Una buena coña gestual hace milagros, como siempre.

Pero lo verdaderamente difícil es fotografiar mujeres. Niñas, pase, ancianas, quizás, pero mujeres adultas… ¡nunca te dan permiso! Por eso le tengo tanto cariño a esta foto. Es el único posado de una mujer que conseguí en tres semanas. Por suerte, era una belleza.

Como de todos los retratos que hago, recuerdo perfectamente las circunstancias que los rodearon. Es una especie de milagro, pues tengo una memoria pésima que, curiosamente, no mejora con los años. El origen de esta foto fue tomar un pequeño callejón, que salía de la calle principal, para volver por otro sitio al hotel. Una decisión aleatoria y aparentemente tonta, que nos metió en una de las experiencias más fuertes y auténticas que tuvimos en la India.

Estábamos en Bundi, un sitio ya de por si fuera de las rutas principales, aunque tampoco particularmente remoto. Allí es donde Kipling vivió y escribió “El libro de la selva”. Al poco de meternos por el callejón de marras nos dimos de bruces con un festival Hindú, una especie de procesión. Habría unas 300 personas en un espacio muy reducido. La verdad es que no fuimos muy capaces de entender lo que pasaba o lo que celebraban, pero como eramos los únicos occidentales, pronto nos convertimos en atracción. Y allí, entre toda la gente que estaba dispuesta a intentar charlar con nosotros por señas, estaba esta preciosidad que, en medio de la algarabía, dejo a un lado el exceso de modestia y se dejó fotografiar. Duró un instante, solo me dio tiempo a hacer un par de fotos y al poco nos “arrastraron” al interior de una casa. Allí el festival continuaba, y en la azotea, estaban haciéndole, literalmente, un exorcismo a un señor. Un hombre, haciendo de chamán, brujo, sacerdote, o como le quiera usted llamar, le agarraba con una mano por la frente, y a continuación el sujeto caía al suelo entre espasmos. Era tan alucinante que no fui capaz de sacar la cámara, no fuera a parecer ofensivo. Hay que decir que, en todo momento, y seguramente viendo la cara que debíamos tener, nos hacían señas de que todo iba bien… vamos, ¡de que no tuviéramos miedo! Después nos invitaron a picar algo con ellos. Intentamos comer lo menos posible, por el miedo a las cosas lavadas con agua local, y al poco nos fuimos, entre alucinados y aturdidos.

Lo mejor de viajar, sin duda, es doblar al azar la esquina acertada, la que no aparece en las guías y te lleva a donde no te imaginaste estar.

¡Debes de tener un telescopio enorme!

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Esa es una de las frase que más escucho cuando enseño una foto como esta, de la Galaxia de Andrómeda. Realmente es un comentario lógico… estamos acostumbrados a ver los gigantescos telescopios con los que cuentan los astrónomos hoy en día, y parece que algo así sólo se puede hacer con un monstruo… pero no, mi telescopio no es en absoluto grande. En realidad es más un teleobjetivo, con 510 mm de focal, que un telescopio. Para que os hagais una idea, un tele estándar de fotografía puede tener fácilmente 300 o 400 mm de focal…. así que no es mucho más.

¿Dónde está el truco entonces?… la respuesta rápida: en el cielo, oculta a nuestros ojos.

La galaxia de Andrómeda, como otros objetos celestes, ocupan en realidad amplias extensiones en la bóveda celeste… aquí tenéis una foto suya con la luna sobreimpuesta, respetando el tamaño con el que se ven ambas desde la Tierra. Si en una noche de otoño no la vemos en todo su esplendor, cubriendo una buena porción del cielo nocturno, es porque brilla demasiado poco como para que nuestros ojos la capten. De hecho, lo único que vemos a simple vista es su núcleo central, y apenas si lo llegamos a percibir como una estrella poco brillante. Si tuviéramos una vista más sensible… ¡os imagináis que fantástico espectáculo!

Entonces… ¿que tenemos que hacer para hacer una foto como esta? Como para cualquier objeto poco iluminado, la respuesta va a ser usar película más sensible e incrementar el tiempo de exposición (el telescopio no tiene diafragma, así que en este caso jugar con él queda descartado). Ya que lo de aumentar la sensibilidad tiene un límite al que se llega rápido, el camino a seguir es hacer más largo el tiempo de exposición… ¡y mucho! En concreto, esta foto acumula unas dos horas.

Pero esta solución nos lleva al siguiente problema: el cielo nocturno va desfilando por encima de nuestras cabezas mientras la tierra rota. Así que una foto de tan larga exposición requiere un seguimiento preciso del objeto durante todo el tiempo que dure la toma. En esta foto, de mi telescopio, veis que el aparato óptico en si es lo de menos. Lo que llama la atención es todo lo que hay alrededor, otro telescopio más pequeño encima, un trípode feo de grande… pues bien, todo está dedicado a conseguir que el objeto no se mueva del encuadre ni lo más mínimo durante las dos horas que dura la toma.

Esa es la clave de la captura en astrofotografía, un buen seguimiento del cuerpo celeste. Luego viene la segunda parte, que es como procesar la foto que se ha tomado para llegar realmente a sacar los colores y la definición que veis…. pero eso es para otro día… o para toda una vida de aprender.

Nuevas fotos: Lanzarote

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He subido unas cuantas fotos de Lanzarote, correspondientes a un viaje de cuatro días en abril de 2009.

Fue el “estreno oficial” de mi cámara actual, una Canon 5D MkII, y de un objetivo que compré de segunda mano el Canon 28-70 2.8 L. En resumen, la primera vez que tenía un equipo de verdad potente… así que se acababan las escusas, si las fotos no eran buenas, la culpa era del indio, no de la flecha. Completaba el equipo un trípode y unos filtros de degradado neutro (ya explicaré otro día que leñe es eso).

La mayor dificultad que tuve en varias de las tomas fue pelearme con el viento, que a veces era fortísimo. Los filtros hacían de vela y la cámara se meneaba encima del trípode una barbaridad… Las exposiciones largas, de hasta 30 segundos, para crear ese efecto lechoso en el mar, fueron complicadas….

Espero que os gusten.