¡Bienvenidos a Birmania!

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Nada más aterrizar en Yangón una ola de Asia te explota en la cara; humedad, olores, calor, lluvia torrencial, calles inundadas hasta la rodilla, atascos inverosímiles… y por encima de todo eso, casi inexplicablemente, la afabilidad y la sonrisa permanente de la gente.

Visitar Birmania es una experiencia intensa, pues aunque el país está cambiando rápidamente, aún conserva su personalidad casi intacta. Para un fotógrafo es poco menos que un paraíso, aunque confieso que en este viaje han faltado días en las zonas más remotas. Quizás esta vez hemos seguido demasiado “la guía” pero, aún así, ha sido maravilloso. La gente es increíblemente amable, y nunca reniegan de hacerse una foto… es más, a menudo, tu te conviertes en el fotografiado con su móvil, algo que convierte el asunto en un juego aún mas divertido.

Como a todo el mundo al que le hago una foto, recuerdo exactamente a la chica que encabeza esta entrada y la conversación por gestos que tuve con ella. Esta memoria selectiva y misteriosa contrasta con mi horrible capacidad de retención para otros temas. Estábamos en el interior de uno de los miles de templos de Bagán, y ella era una turista, como yo, pero Birmana. Al verla no pude por menos que pedirle permiso para una foto… por el resultado coincidiréis conmigo que es difícil imaginar a alguien más elegante y hermoso.

Creo que es Asia condensada en una mirada.