Viajes

Sobredosis de color

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La fiesta de la Virgencita Natividad en Chinchero, Perú, es una sobredosis de color difícil de imaginar si no se ve. Todo es un exceso, bajo un sol de justicia y una música repetitiva y estridente que refuerza la sensación de irrealidad. Lo familiar se mezcla con los trajes exóticos, en un cóctel del que en todo momento eres consciente de no estar entendiendo del todo…


 

Deambulando entre las estupas de Kakku

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Kakku, sorprendentemente alejado de los itinerarios turísticos tradicionales, es la más asombrosa y loca colección de estupas del mundo. Unas 2500, de todas las antigüedades, tamaños y estilos, se agolpan en un espacio relativamente reducido… y en la más absoluta soledad. Unas son sencillas, otras están profusamente decoradas.

Paseando entre ellas uno no puede por menos que sentir perplejidad ante las cosas tan extremas y peculiares que a veces construimos los humanos con tiempo y tesón. Deambular sin rumbo por el laberinto que forman es una experiencia casi surrealista, acrecentada por la ausencia de visitantes y la omnipresencia de los únicos sonidos del lugar; el rumor del viento y el tintineo de los cascabeles que penden de los pináculos que, al ser mecidos, preñan el ambiente y completan la sensación de irrealidad.

Ni el cielo, uniforme y plomizo, ni la luz, gris y aburrida, acompañaban a mis intenciones fotográficas… solo al final, con el sol casi poniéndose, el horizonte se abrió, bañando de luz naranja las estupas y ofreciendo un espectáculo extraño sobre un telón gris tormentoso.

Paciencia, siempre paciencia… tuya y de los que te acompañan 😉

  

U Bein

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Sobre el Lago Taungthaman, en las afueras de Mandalay, cruza el puente de Teca más largo del mundo. Con la puesta de sol, los monjes y lugareños pasean de forma relajada, las parejas se hacen fotos y los niños se tiran al agua haciendo piruetas. El lugar trasmite una paz y un sosiego que contrastan con la locura y la contaminación de la cercana ciudad.

Y aquí también el juego se repite… tu eres tan fotografiado -generalmente con un móvil chino en el que apenas se ve nada- como fotógrafo. Paz, risas y aire fresco antes de atreverse de nuevo con Mandalay

 

La teoría del todo

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Si algo tiene de hermoso la física es lo increíblemente imaginativa y loca que puede llegar a a ser. Durante centenares de años nos hemos esforzado como especie en ampliar nuestro conocimiento siguiendo dos vías completamente distintas, la de explorar lo inmensamente grande y lo infinitesimalmente pequeño.

El primer camino es el de los astrónomos y cosmólogos. En una aventura colectiva sin parangón, que dura ya varios siglos y en la que hemos cambiado la imagen que tenemos sobre nosotros mismo y sobre nuestro rol en el universo, si es que realmente tiene sentido que tengamos alguno. De ocupar el centro de un universo estático y estar hechos a imagen y semejanza de Dios, hemos pasado a ser una especie más, que se ubica en un planeta más, en las afueras de una galaxia más, en un universo que se expande. Quizás no deberíamos darnos tanta importancia en nuestras pequeñas miserias…

En el proceso nos hemos maravillado de las delicias que para nuestro espíritu explorador nos reservaba el universo: infinitas galaxias de formas elegantes, planetas hermosos, con las condiciones más increíblemente variables en su superficie, nebulosas de colores que nos hacen volar la imaginación…, y el premio gordo, la vida más allá de la tierra, esperándonos quizás en una helada luna de Jupiter.

Nuestra exploración de la otra vía, la del mundo microscópico, no ha sido menos fascinante. Como niños que abren una matrioska, hemos ido penetrando en un mundo ajeno a nuestra experiencia y a nuestra intuición, el de los átomos y el de la física que los rigen, la mecánica cuántica. En este mundo de Alicia, lo extraño es norma, con objetos que parecen comportarse de una forma y su contraria a la vez. Esta teoría ha sido comprobada una y otra vez con una precisión sin precedentes, pero escapa a nuestra comprensión intuitiva, como si fuera la obra de un chamán drogado. En nuestro empeño de entender el mundo desde su base, hemos llegado a la gran simplificación: con cuatro fuerzas, unos pocos quarks, electrones y alguna partícula más somos capaces de describir todo el mundo material que nos rodea. Un logro absolutamente impresionante si pensamos que en 1900 muchos químicos aún negaban la existencia de los átomos.

Los físicos adoran la sencillez y la elegancia en sus modelos del mundo, y cuando utilizan estos criterios estéticos en el planteamiento de sus teorías, suelen acertar. Einstein lo hacía sistemáticamente.

Sin embargo, hay algo que no es hermoso en nuestro planteamiento actual del cosmos. La relatividad general y la cuántica simplemente no encajan. Es como si explicarán, una de espaldas a la otra, aspectos distintos de la realidad. Tiene que haber más debajo, algo sencillo y elegante, de forma que las dos grandes teorías sean solo una expresión aplicable a ciertas escalas espaciales y temporales. Los dos mundos, el de lo inabordablemente grande y el subatómico, por muy profundamente distintos que parezcan, deben estar íntimamente ligados. Esa es la obsesión de la física teórica desde hace décadas, encontrar una “teoría del todo” capaz de unificar estas dos catedrales del ingenio humano, y si es posible hacerlo en la forma de algo sencillo.

Esta unificación, una teoría del todo, como la llaman los físicos es el mayor reto intelectual que la humanidad ha abordado, y se nos sigue resistiendo. En el empeño de avanzar nos hemos ido dotando de instrumentación cada vez más sofisticada para explorar esto dos mundos. El año pasado tuve el privilegio de poder visitar el CERN, el mayor experimento de la historia, y los telescopio de La Palma, aquí en España. En esta isla está el mayor telescopio de mundo, el Grantecan, parcialmente construido en nuestro país. Sin duda debería ser un orgullo para nosotros, pero por alguna razón que se me escapa, parece que nadie lo sabe.

Estas son las fotos de aquellas visitas.

 

 

En el Reino de Etosha

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La visita al Parque Nacional de Etosha, “el gran lugar blanco“, es una de las experiencias más poderosas de Namibia.

Wikipedia Dixit:”En el interior del parque se han contabilizado 114 especies de animales, 340 de pájaros, 110 de reptiles, 16 de anfibios y una de pez bastante sorprendente. Entre los grandes mamíferos se han contado 250 leones, 300 rinocerontes, 2.000 elefantes, 2.500 jirafas y 6.000 cebras. El más abundante es la gacela saltarina, conocida como springbok, de la cual hay más de 20.000 ejemplares

Y se ven…

La clave está en que durante la estación seca el parque es un lugar desolado, pero con pozas de agua… y los animales no tienen más remedio que ir a las mismas. Así que el ritual del Turistha Etoshianus consiste en migrar de charca en charca, desde la salida del sol hasta el ocaso, siempre con la incertidumbre de las maravillas que te deparará la siguiente. Eso si, absolutamente prohibido bajarse del coche, por lo que te pueda pasar…

Toparte con jirafas, gacelas, elefantes y cebras es prácticamente algo permanente. Lo más difícil son los grandes carnívoros. De día fracasamos totalmente, así que contratamos una excursión nocturna y… la sorpresa fue mayúscula al toparnos, a la orilla de una gran charca, con un leopardo, el más escaso de todos los félidos de Etosha. ¡Ni siquiera se sabe con seguridad cuantos habitan en el parque!

La foto es un pequeño milagro, pues el animal estaba bastante lejos, a unos 100 metros. Esta hecha de pie, sobre el jeep, con el 100-400 a tope de zoom mas un multiplicador de 1.4 a… ¡ISO 6400!. Increíble viendo el resultado final. Creo que es es la primera vez en mi vida que disparo a esa ISO… ni en astrofotografía la había empleado. Pero es que no había nada de luz, solo un foco del coche.

Tras estar un buen rato posando, el lindo gatito se dirigió prácticamente directo hacia donde estábamos, paso a unos 10 metros de nosotros y se quedó tras unos matorrales. Se podía oír su respiración pausada en el silencio de la noche africana.

No tengo ni la más remota idea de porque hizo eso… ¡pero nos proporcionó todo un subidón!

 

El sitio más inhóspito del mundo…

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Uno tiene una imagen romántica de la Costa de los Esqueletos… una línea de costa virgen, tumba de navegantes, rodeada por un desierto en tierras remotas. Maravilloso y exótico… ¡pues no!. Vamos por partes.

Para llegar allí efectivamente hay que atravesar un desierto… pero nada de hermosas dunas, es un vertedero de color blanco, la imagen misma de la desolación. Se te hace completamente obvio por que lo llaman la costa de los esqueletos. NADIE podría atravesar ese erial a pie y salir vivo. Y encima, oye, sería una muerte sin clase, que no es lo mismo expirar graciosamente rodando por una duna dorada que darte de morros contra un suelo que parece hormigón armado.

Y conforme te vas acercando… el viento. Brutal, permanente, despiadado…

Vale, ya vemos la linea de costa, esto mejorará, ¿no? Pues no. La carretera que recorre la costa está a unos centenares de metros del agua… así que no la ves si no te desvías.

Por fin, casi con angustia, llegamos a el Cabo de la Cruz, famoso por su historia y por su colonia de focas. Wikipedia Dixit: “El cabo fue descubierto por el navegante portugués Diogo Cão2 que erigió una gran cruz (cross, de ahí su nombre) de piedra en 1486 para marcar el punto más meridional jamás alcanzado por los europeos en África”.

¿Y las focas? Muchas, y extremadamente cabreadas y malolientes. Aguanté como una hora con un pañuelo impregnado de colonia por máscara, haciendo las fotos que veis, con un frío y un viento espantoso. El olor era tan fuerte que la ropa me quedo impregnada de una peste que tardó días en pasarse. Eso si, el espectáculo merecía la pena… era grotesco y mayúsculo a la vez. Incontables animales se apilaban de forma incomprensible y en cuestión de dos segundos se peleaban y se apaciguaban sin seguir un patrón predecible. Eso hacía complicado cazarles en esos momentos. Si pretendías captar la acción, para cuando apuntabas ya se había pasado… así que tocaba enfocar y esperar pacientemente a que les diera uno de esos ataques transitorios de mala uva.

Al final le fui pillando el truco, y con un poco de buena suerte y mucho tele, conseguí lo que veis. Pero que peste….

 

 

Las cataratas Epupa

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Al norte de Namibia, en la frontera con Angola, el río Kunene se descuelga caprichosamente en las cataratas Epupa. Es un lugar relativamente remoto, tierra de cocodrilos y baobabs, donde la malaria no ha sido aún erradicada.

Con la sequía que azotaba el país, la visión de ese oasis verde,  tras varias horas de polvorienta pista desde Opuwo, era impactante.

Al sur y al oeste se extiende la región de Kaokoland, donde los Himbas y los elefantes enanos del desierto parecen pulular solo siguiendo el ritmo que les marca el agua.

 

 

 

¡La locura en Nebrowni…!

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Después de una mañana sin demasiado éxito recorriendo una por una las pozas del Parque Nacional de Etosha, desde el camping de Halali hasta el de Okaukejo, nada nos podría preparar para la superlativa escena que vivimos en la charca de Nebrowni… allí, incontables girafas, gacelas, avestruces y órices se arremolinaban en un caos para beber en torno a un mastodóntico elefante macho.

La calma parecía reinar, hasta que, inesperadamente y cada poco, el gigante se irritaba sin causa aparente…. se giraba sobre si mismo, envuelto en el polvo que levantaba y producía una mayúscula espantada del resto de la concurrencia.  Era fascinante, cómico y terrorífico a un tiempo…

Cuesta imaginar que a alguien le apetezca llegar a estas latitudes para pegarle cobardemente un tiro a uno de estos sublimes animales.

 

El cielo protector

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… Como no sabemos cuando vamos a morir, creemos que la vida es un pozo inagotable. Sin embargo todo sucede sólo un cierto número de veces. Y no demasiadas. ¿En cuántas ocasiones te vendrá a la memoria aquella tarde de la infancia, una tarde que ha marcado el resto de tu existencia? Una tarde tan importante que ni siquiera puedes concebir el resto de tu existencia sin ella. Quizá cuatro o cinco veces. Quizás ni siquiera eso. ¿Y cuántas veces más contemplarás la luna llena? Quizás veinte. Y sin embargo, todo parece ilimitado… (Paul Bowles, “El cielo protector”)

 

Namib, “el Enorme”

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El Namib es un desierto tan  superlativo que parece irreal. Las dunas de arena roja inyectan trescientos metros de color sobre el azul del cielo. Todo es sobrecogedor.

La naturaleza se tomo su tiempo para crear esta maravilla. Es  enormemente antiguo… se cree que ya estaba allí cuando los dinosaurios se extinguieron, hace 60 millones de años.

Todo es desmesurado y extraño… No en vano Namib significa, en lengua nama, “El enorme”