Viajes

El amanecer del hombre

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Si hay un paisaje espectacular en Namibia, ese es Spitzkoppe, un macizo granítico que se eleva como un monolito en medio de la planicie más absoluta… y la referencia va con segundas, ya que este es el paisaje elegido por Kubrick para el inicio de 2001, cuando narra “el amanecer del hombre”.

El lugar transmite algo irreal, mágico y atávico, propio de un cuadro de Dalí.

De la mítica piedra negra, ni rastro, lástima… ¡pero que sitio!

 

Polvo, sudor y Himbas

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Opuwo es poco más que una calle polvorienta, un asentamiento con aire de pueblo de frontera al norte de Namibia. Allí, como en un crisol por remover, lo nuevo entra en contacto con lo viejo, y uno tiene la sensación de estar en un sitio donde la historia está por escribir. Si, es una frontera intangible, pero visible… entre occidente y lo tribal, entre el motor de explosión y la primera piedra, allí, en la cuna de la humanidad.

Más allá, una absurda red de caminos, aparentemente  errática y sin destino, lleva a las aldeas donde viven los Himbas. Pobres de solemnidad, con su piel mezclada con un polvo del que comprendes que es imposible escapar.

A veces hermosos, siempre orgullosos. Hacerles fotos no es sencillo.

Luz plomiza. Calor asfixiante. Muchos niños. Muchas risas.

Mucho polvo.

 

Kashmir

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Oh, let the sun beat down upon my face, stars to fill my dream
I am a traveler of both time and space, to be where I have been
To sit with elders of the gentle race, this world has seldom seen
They talk of days for which they sit and wait and all will be revealed

Talk and song from tongues of lilting grace, whose sounds caress my ear
But not a word I heard could I relate, the story was quite clear

Oh, I been flying… mama, there ain’t no denyin’
I’ve been flying, ain’t no denyin’, no denyin’

All I see turns to brown, as the sun burns the ground
And my eyes fill with sand, as I scan this wasted land
Trying to find, trying to find where I’ve been.

Oh, pilot of the storm who leaves no trace, like thoughts inside a dream
Heed the path that led me to that place, yellow desert stream
My Shangri-La beneath the summer moon, I will return again
Sure as the dust that floats high in June, when movin’ through Kashmir.

Oh, father of the four winds, fill my sails, across the sea of years
With no provision but an open face, along the straits of fear

When I’m on, when I’m on my way, yeah
When I see, when I see the way, you stay-yeah

When I’m down…
Well I’m down, so down
My baby, let me take you there

Let me take you there. Let me take you there

 

Si una foto no es buena es que no estabas lo suficientemente cerca

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En Menorca, durante las fiestas de la Virgen de Gracia, la gente se mezcla con los caballos en una fiesta donde el sentido común no es precisamente lo que impera.  La ciudad se llena de caballos que hacen cabriolas a dos patas entre una multitud enfervorizada… y, en medio, unos cuanto flipados como yo intentábamos hacer fotos entre todo el jaleo.

El que me convenció de que estaba haciendo el estúpido y que esas cosas son para los locales, que para eso lo llevan haciendo toda la vida, es el caballo de la foto que parece sacada del Infierno. Al posar las patas delanteras, giro en redondo y con los cuartos trasero me mando al suelo, cámara y orgullo incluidos. Una pata la poso realmente cerca de mi mano. Me pone los pelos de punta recordarlo. Tras el aviso me retiré un poquito más lejos, al lado de unas viejecitas muy amables…

Las fotos las hice con el canon 85 mm f/1.8 montado en la 5D MkII. Era noche cerrada y primaba la necesidad de devorar luz, así que abrí a tope el diafragma. Están sin flash, para captar el ambiente de forma más natural. El procesado posterior se basa en dos capas de ps, manteniendo en una algo de información de color y en la otra todo el contraste del blanco y negro. Las fotos son más interesantes ampliadas. Pinchad sobre ellas y luego otra vez en el icono superior derecho. Atención al detalle del ojo del “caballo infernal”. ¡Eso es tener suerte con el foco y lo demás tonterías!

Desde luego esta vez cumplí la máxima de Capa: “si una foto no es buena es que no estabas lo suficientemente cerca”

 

Doctor… ¿cuando paro?

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Supongo que poco a poco me acerco al final de los retoques de Islandia… y me asalta la duda de siempre… ¿cuando paro?. Hasta que punto esta o aquella foto son lo suficientemente buenas como para no bajar el nivel del todo el conjunto… o hasta que punto no me estaré dejando las mejores fotos fuera por mi incapacidad de ver en que se podrían transformar con un procesado adecuado…

Mientras pienso en eso, las fotos van saliendo… ¡aquí tenéis unas cuantas!

 

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Primer contacto…

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No podemos viajar más rápido que la luz, y hoy todo el planeta está explorado. Es imposible para nuestra generación tener un primer contacto con una civilización nueva y completamente misteriosa, como el que tuvieron los descubridores de antaño al toparse con América o al internarse por la ruta de la seda. A nosotros, nos queda, como triste sucedáneo, ser turistas, y a lo más, viajeros.

Dicho esto, lo más cerca que me he sentido de posarme en un mundo alienígena fue el día que llegué a Luang Prabang, capital espiritual de Laos.

He subido un nuevo portfolio a la sección de Gente, con imágenes de esos habitantes de aquel primer contacto.

Más que rocas…

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Islandia es más que su geología. Salvo a los amantes de los arboles, el país es recomendable para cualquiera.

Estas fotos son un ejemplo. La ballena que se ve más de cerca es una enorme yubarta, cerca de Husavik. La que se ve al lado del barco es más pequeña, una Minke.

Los pájaros son unos frailecillos. Estas fotos son para mi una pequeña vendetta personal… había conseguido unas de estos bichillos tan simpáticos en Noruega, pero las había borrado por error al sacarlas de la tarjeta…

 

Popurrí masala

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Especias distintas para el plato Indú de hoy. Como siempre cargado de color, pero más inclasificable que nunca. Un poco de todo en el nuevo portfolio de la India, en la sección de “Inclasificable“.

La foto de portada fue tomada en Haridwar, a la caída de la noche, durante la ceremonia Aarti, durante la cual la gente dejaba velas encendidas, o pujas, flotar en el Ganges y ser arrastradas río abajo. El trípode y la larga exposición las han convertido en las fantasmagóricas trazas que veis.

Como siempre, al menos de momento, no logro subir las fotos a la bitácora sin que me las cambie de color. Si queráis ver el original sin tono verdoso, os toca visitar el portfolio…

 

Editado en Marzo 2013: por fin he averiguado el problema, es el “espacio de color” en el que tienen que estar salvadas las fotos…. Ahora ya está bien.

Saturando los sentidos

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Eso es lo que te transmite la India, y espero que sea lo que refleja un nuevo portfolio, denominado India 2, en la sección de gente.

Desde que llegas, todo te resulta extraño. El calor intenso, la humedad agobiante, los olores, los sonidos, la conducción desquiciada… y la miseria absoluta. Flotando, sin tocarla, transmitiendo la misma sensación de irrealidad que una alfombra mágica sobre Macondo, hermosas mujeres inmaculadas en saris azafran, violeta y añil.

Por eso, o te fascina o lo odias. No hay termino medio.

 

 

Un mundo intenso

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Aprovecho el atasco que tengo con el procesado de las fotos de Islandia para retomar el subir fotos antiguas, en este caso de la India. Tenéis un nuevo portfolio, denominado India  1, en la sección “Galería”,  bajo la categoría de Gente.

Hay un poquito de todo, desde unos chavales limpiándose los dientes en el Ganjes, en Varanasi -¡madre mía!-, hasta una instantánea del interior del templo de las mujeres. Acostumbrado ahora a las fotos de la 5DmkII, estás, hechas con la 350D, parecen un poco ruidosas y de foco un tanto blando, pero creo que retratan bien la intensidad de un mundo que a mis ojos era extremo, fascinante y extraño.

La visita al templo que antes mencioné se saldó con otro de esos momentos raros que te ocurren cuando viajas solo. Como su propio nombre indica, en el interior los fieles eran prácticamente en su totalidad mujeres. Su arquitectura no podía ser más rara. Antes de llegar a la estancia principal, debías atravesar una serie de pasillos cuajados de dioses, compitiendo a ver cual era el más hortera y estaba pintado con los colores más llamativos. Por uno, que simbolizaba un río, corría un palmo de agua  y debías mojarte si o si para superarlo. Otros eran tan angostos que se hacía necesario cruzarlos a gatas. Por todos los rincones había altares humeantes. El lugar era genuinamente kisrsh, dominado por el cartón-piedra, casi como si alguien hubiera hecho una broma mezclando una tienda Ikea con pruebas del 1, 2, 3.

Una vez en la sala principal había un grupo de mujeres, más bien mayores, sentadas en torno a un Guru. Al verme, una señora gordita y bonachona me llamó, y allí, entre ellas, me sentaron. Cuando me di cuenta estaba con una corona de guirnaldas alrededor del cuello, tomando un refresco e  intentando cantar dios sabe qué con esa gente. Fue un momento muy simpático y no se si ellos se reían más de mi imitación de los cantos hindúes o yo de lo extraño de la situación. Recuerdo que el Gurú me preguntó donde iba a seguir mi viaje, y tras decirle que a Risikesh me dio una tarjeta de un sitio, un ashram, para que fuera de su parte a alojarme gratis. Lo cierto es que no lo hice.