¡Debes de tener un telescopio enorme!

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Esa es una de las frase que más escucho cuando enseño una foto como esta, de la Galaxia de Andrómeda. Realmente es un comentario lógico… estamos acostumbrados a ver los gigantescos telescopios con los que cuentan los astrónomos hoy en día, y parece que algo así sólo se puede hacer con un monstruo… pero no, mi telescopio no es en absoluto grande. En realidad es más un teleobjetivo, con 510 mm de focal, que un telescopio. Para que os hagais una idea, un tele estándar de fotografía puede tener fácilmente 300 o 400 mm de focal…. así que no es mucho más.

¿Dónde está el truco entonces?… la respuesta rápida: en el cielo, oculta a nuestros ojos.

La galaxia de Andrómeda, como otros objetos celestes, ocupan en realidad amplias extensiones en la bóveda celeste… aquí tenéis una foto suya con la luna sobreimpuesta, respetando el tamaño con el que se ven ambas desde la Tierra. Si en una noche de otoño no la vemos en todo su esplendor, cubriendo una buena porción del cielo nocturno, es porque brilla demasiado poco como para que nuestros ojos la capten. De hecho, lo único que vemos a simple vista es su núcleo central, y apenas si lo llegamos a percibir como una estrella poco brillante. Si tuviéramos una vista más sensible… ¡os imagináis que fantástico espectáculo!

Entonces… ¿que tenemos que hacer para hacer una foto como esta? Como para cualquier objeto poco iluminado, la respuesta va a ser usar película más sensible e incrementar el tiempo de exposición (el telescopio no tiene diafragma, así que en este caso jugar con él queda descartado). Ya que lo de aumentar la sensibilidad tiene un límite al que se llega rápido, el camino a seguir es hacer más largo el tiempo de exposición… ¡y mucho! En concreto, esta foto acumula unas dos horas.

Pero esta solución nos lleva al siguiente problema: el cielo nocturno va desfilando por encima de nuestras cabezas mientras la tierra rota. Así que una foto de tan larga exposición requiere un seguimiento preciso del objeto durante todo el tiempo que dure la toma. En esta foto, de mi telescopio, veis que el aparato óptico en si es lo de menos. Lo que llama la atención es todo lo que hay alrededor, otro telescopio más pequeño encima, un trípode feo de grande… pues bien, todo está dedicado a conseguir que el objeto no se mueva del encuadre ni lo más mínimo durante las dos horas que dura la toma.

Esa es la clave de la captura en astrofotografía, un buen seguimiento del cuerpo celeste. Luego viene la segunda parte, que es como procesar la foto que se ha tomado para llegar realmente a sacar los colores y la definición que veis…. pero eso es para otro día… o para toda una vida de aprender.