Viajes

Rojo sobre verde

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Con las fotos de Islandia estoy llevando un enfoque distinto. Habitualmente trabajo foto por foto, como elementos individuales. Ahora, aprovechando la cantidad de memoria de mi nuevo ordenador, puedo ir editando todas las fotos de una serie a la vez. Eso les da un cierto grado de uniformidad y coherencia, que creo que las convierte en algo más interesante y placentero a la vista.
En este caso, el tratamiento ha sido respetar el verde casi radiactivo del paisaje natural, y teñir un poco el cielo con un color más cálido, imitando el efecto de un filtro cálido o tabaco.
 El mal tiempo, las nubes, la lluvia, y por supuesto, Islandia, hacen el resto.

 

En el Lago Myvatn

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Una puesta de sol tranquila, lenta y hermosa a la orilla del Lago Myvatn… ¡lo que no sale en las fotos son las nubes de moscas incordiando!. Para que os hagáis una idea, el objeto estrella a la venta en los supermercados eran unas mosquiteras portátiles para ponerte por encima de la cabeza.

Aparte de ese incordio, el sitio era maravilloso.

Las fotos están hechas sin trípode y usando filtros de degradado neutro.

 

La cascada de los dioses

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El pretencioso nombre de esta entrada es sólo la traducción del nombre de la cascada que veis en las fotos, Goðafoss. Hacia el año 1000, el Cristianismo fue declarado religión oficial de Islandia. Tras la conversión, los iconos paganos fueron arrojados al fondo de la catarata, dándole su nombre: “la cascada de los dioses”.

La serie de imágenes es un ejemplo de lo benévolo de la luz en Islandia para los intereses del fotógrafo. Normalmente, en nuestras latitudes, una luz como ésta dura 5 o 10 minutos como máximo.  Uno debe estar en el momento adecuado en el sitio justo, y como metas la pata en algo, se acabó la oportunidad. Seleccionas el encuadre y esa es tu foto, ya no hay tiempo para más. En Islandia esos 10 minutos se transforman una alucinante hora y media. Te da tiempo a colocarte, recolocarte, hacer pruebas y cambiar de posición…. mientras la luz se mantiene increíblemente hermosa.

El resultado es este, una sola cascada, mil tomas desde ángulos distintos (y tomadas a distancias considerables las unas de las otras).

Las fotos están tomadas con trípode y un tiempo de exposición entre 2.5 y 20 segundos, con el diafragma muy cerrado y usando filtros LEE de densidad y degradados neutros. La lente empleada fue un zoom gran angular, el Canon 17-40 f/4 L.

El tratamiento es el más natural posible, con los colores según salen de la cámara, solo cambiado los contrastes e iluminaciones por zonas. Los tonos eran demasiado bonitos como para hacer experimentos en monocromo esta vez…

 

 

El Blues de la tierra de hielo

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Ya están aquí las primeras de Islandia. ¡Podéis pinchar en cada imagen para verlas en grande!
Las fotos corresponden a la laguna de Jökulsárlón. Un glaciar se deshace en un lago al lado del mar….
Para procesarlas usé un preset de ligthtroom que ha reforzado el color azul, y con el cierta imagen de frío y desolación… El resto en PS, como siempre.

 

Nuevas fotos: Arquitectura en India (2)

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Tenéis un nuevo portfolio de la India en la sección de arquitectura.

La foto seleccionada para ilustrarlo corresponde al castillo de Meherangarh, en Jodhpur. Es, simplemente, grandioso y gigantesco.

Está tomada desde lejos, desde un cenotafio que se llamaba Jaswant Thada. Lo que le da mayor interés son los niños, marcando la silueta contra el cielo y la mole del fondo.

A la puesta del sol, desde el restaurante que estaba en la azotea del hotel, la vista era parecida. Los sonidos de la calle, bocinas, almoacines y canticos hindues se fusionaba en una hipnótica cacofonía, proyectandose sobre el castillo.

Que ganas de volver….

 

 

Nuevas fotos: Arquitectura en India (1)

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La imagen que he seleccionado para comentar este nuevo portfolio, que podéis encontrar en la sección de arquitectura, corresponde al templo dorado, edificio icónico de la religión Sij.

No soy una persona que tenga un particular sentimiento de apego por la espiritualidad, al menos si la entendemos en su definición mas barata y estrecha. Por decirlo de una forma gráfica, nunca he comprado una piramide de cristal para canalizar mis energías positivas, ni he orientado el cabecero de la cama hacia el este, siguiendo los dogmas del Feng Shui. Sin embargo, el Templo Dorado me transmitió, de forma instantánea, una fuerte sensación de paz, cercanía, bienestar y espiritualidad. Me resulta extraordinariamente difícil explicar la causa. Lo visité varias veces, la primera por la noche, y siempre tuve esa sensación. El ambiente es más el de un punto de encuentro social entorno a un lago que el de un templo clásico. No es difícil entablar una buena conversación y tienes la sensación, posiblemente engañosa, de una falta de impostura y de estar rodeado de buena gente que se relaja en un punto de encuentro común.

Mi última visita fue para ver la puesta de sol. Pensaba aprovechar la luz del atardecer para hacer fotos. No hice ninguna.

Al poco de entrar me abordó una chica joven, en sus veintipocos. Era bonita, de modales refinados, vestía elegantemente y su inglés era muy correcto.  Me preguntó si podía hablar conmigo, pues necesitaba charlar con un occidental. Nos sentamos en el borde del lago, me enseño su brazo derecho, y me contó su historia.

En el antebrazo se notaba la marca de un pinchazo reciente. Acababa de salir el hospital, tenía la marca del suero. Esa tarde había intentado suicidarse con una sobredosis de pastillas.

Hacia meses se había enamorado de un chico, hablando con el por teléfono. Era un amigo de un amigo, y se pasaban el día colgados del auricular. Nunca lo había visto en persona, pero quería casarse con el, en contra de la opinión de su familia. Podéis imaginaros que no daba crédito a lo que oía.  Se me antojaba increíble que nadie tuviera intención de contraer matrimonio con alguien que ni siquiera conocía en persona.

El problema es que eran de castas diferentes. El chico era de una inferior y, además, debía tener la piel bastante oscura, según le había confesado. Este detalle racista no hizo sino confirmarme mi impresión de que la sociedad india es tan fascinante como fallida e inhumana.

Tras enfrentarse a su familia consiguió finalmente el consentimiento paterno… solo para recibir, la mañana del día en que nos encontramos, una llamada de despedida del chico. El no había sabido, o querido, luchar con idéntica fuerza contra su familia, que también se oponía a la boda por ser ella… ¡de una casta superior! La sensación de humillación fue tal, que no se le ocurrió otra idea más brillante que intentar suicidarse. El resto es historia. me dijo que necesitaba explicarle esto a un occidental, que un Indio prejuzgaría.

Ni que decir tiene que yo tenía todas las alertas anti-timo zumbado en la cabeza. Esperaba que en cualquier momento me dijera algo que me llevara a la conclusión de que todo ello era una tomadura de pelo para sacarme dinero. Pero al oirla todo parecía sincero… y de hecho, en ningún momento me planteó nada en esa línea.

El final de la historia es bastante féliz. Por fin, desde el hospital, llamó a su padre. Como siempre ocurre, los padres han vivido más de los que los hijos creen, y su reacción fue comprensiva y tranquila. Ahora mismo, el padre iba de camino al templo, donde se encontrarían. Después de charlar un buen rato, con los pies y el sol colgados sobre el lago, se despidió. Me dio la sensación de que le había sentado bien soltarlo todo.

Las fotos quedaron para otra ocasión.

Nuevas fotos: retratos de India (2)

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Hay un nuevo portfolio de la India en la sección de retratos.

De las que van en el grupo, he destacado esta foto porque me encanta, Simplemente por eso. Os recomiendo que veáis su versión integra, la del portfolio, no el recorte de esta entrada.

Su historia también es bonita. Y choca con la realidad que vemos en los periódicos. La hice en el patio de una Mezquita de Delhi. Allí, al ir con calma, terminé charlando con un grupo de fieles. Al principio solo con el padre de esta niña y de su hermana, igualmente preciosa. Hablaba un inglés razonable, así que nos pasamos un buen rato parloteando…. sobre todo de religión. Yo le expuse todos mis puntos de vista al respecto, y viceversa. En todo momento hubo curiosidad y respeto por lo que pensaba el otro, y a pesar de estar en una mezquita, no me sentí presionado cuando le explique mi postura, que no podía ser más opuesta a la suya. Por último, le pedí permiso a el y a sus hijas para hacer unas fotos a las niñas. Solo tiré dos, para no emponzoñar con mi ansia fotográfica lo que había sido una buena charla. Quedaron de lujo. Y esta, en particular, fue una de esas que no necesitas llegar a casa para saber que has conseguido algo potente. Una de esas que te hacen cosquillas en el estómago, de las que te crean una adicción que te obliga a seguir dándole al disparador.

Es verdad que había tipos en la mezquita con pinta de integristas con los que dudo hubiera podido mantener esa conversación, pero creo que allí, como en todos los países árabes que he visitado, la gente como este amable buen hombre y sus dos preciosas hijas son mayoría.

Al final, como siempre ocurre en India, se terminaron congregando a nuestro alrededor una pequeña multitud. La magia había terminado y era momento de dar las gracias y desaparecer.

La historia tiene un epílogo técnico de lo más melodramático. En aquella época, descargaba las fotos en un Ipod, pues mis tarjetas de memoria eran de capacidad bastante reducida. Al llegar a Madrid, y ponerme a pasar las fotos al ordenador, el Ipod se atascó cuando faltaban aún muchas por descargar, entre ellas esta. Casi me da un ataque. La solución me la dio un compañero de trabajo. Meter el cacharro 15 minutos en el congelador, dentro de una bolsa de plástico para protegerlo de la humedad. Así se contraen todas las partes mecánicas y existe una posibilidad de que el aparato, que es básicamente un disco duro, vuelva a funcionar durante un ratito… así fue, a mi se me pasó el disgusto, y vosotros podéis ver la foto. ¡Un remedio casero de lo más curioso y efectivo!

 

Nuevas fotos: Retratos de India (1)

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India es un paraíso para los retratos… ¡con dos inconvenientes!

Por un lado, fotografiar a hombres es bastante sencillo. Suelen dar su consentimiento, o incluso te piden ser fotografiados, pero tienen la manía de querer posar con cara de guerrero agresivo. No en vano, uno de los apellidos más frecuentes en la India, es Singh, que significa León. Son infinitamente amables, pero les gusta poner cara de duros delante de la cámara. En unas cuantas fotos queda bien, pero al final resulta monótono, y entonces tienes que intentar romper la barrera inicial para que el posado sea más natural. Una buena coña gestual hace milagros, como siempre.

Pero lo verdaderamente difícil es fotografiar mujeres. Niñas, pase, ancianas, quizás, pero mujeres adultas… ¡nunca te dan permiso! Por eso le tengo tanto cariño a esta foto. Es el único posado de una mujer que conseguí en tres semanas. Por suerte, era una belleza.

Como de todos los retratos que hago, recuerdo perfectamente las circunstancias que los rodearon. Es una especie de milagro, pues tengo una memoria pésima que, curiosamente, no mejora con los años. El origen de esta foto fue tomar un pequeño callejón, que salía de la calle principal, para volver por otro sitio al hotel. Una decisión aleatoria y aparentemente tonta, que nos metió en una de las experiencias más fuertes y auténticas que tuvimos en la India.

Estábamos en Bundi, un sitio ya de por si fuera de las rutas principales, aunque tampoco particularmente remoto. Allí es donde Kipling vivió y escribió “El libro de la selva”. Al poco de meternos por el callejón de marras nos dimos de bruces con un festival Hindú, una especie de procesión. Habría unas 300 personas en un espacio muy reducido. La verdad es que no fuimos muy capaces de entender lo que pasaba o lo que celebraban, pero como eramos los únicos occidentales, pronto nos convertimos en atracción. Y allí, entre toda la gente que estaba dispuesta a intentar charlar con nosotros por señas, estaba esta preciosidad que, en medio de la algarabía, dejo a un lado el exceso de modestia y se dejó fotografiar. Duró un instante, solo me dio tiempo a hacer un par de fotos y al poco nos “arrastraron” al interior de una casa. Allí el festival continuaba, y en la azotea, estaban haciéndole, literalmente, un exorcismo a un señor. Un hombre, haciendo de chamán, brujo, sacerdote, o como le quiera usted llamar, le agarraba con una mano por la frente, y a continuación el sujeto caía al suelo entre espasmos. Era tan alucinante que no fui capaz de sacar la cámara, no fuera a parecer ofensivo. Hay que decir que, en todo momento, y seguramente viendo la cara que debíamos tener, nos hacían señas de que todo iba bien… vamos, ¡de que no tuviéramos miedo! Después nos invitaron a picar algo con ellos. Intentamos comer lo menos posible, por el miedo a las cosas lavadas con agua local, y al poco nos fuimos, entre alucinados y aturdidos.

Lo mejor de viajar, sin duda, es doblar al azar la esquina acertada, la que no aparece en las guías y te lleva a donde no te imaginaste estar.

Nuevas fotos: Lanzarote

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He subido unas cuantas fotos de Lanzarote, correspondientes a un viaje de cuatro días en abril de 2009.

Fue el “estreno oficial” de mi cámara actual, una Canon 5D MkII, y de un objetivo que compré de segunda mano el Canon 28-70 2.8 L. En resumen, la primera vez que tenía un equipo de verdad potente… así que se acababan las escusas, si las fotos no eran buenas, la culpa era del indio, no de la flecha. Completaba el equipo un trípode y unos filtros de degradado neutro (ya explicaré otro día que leñe es eso).

La mayor dificultad que tuve en varias de las tomas fue pelearme con el viento, que a veces era fortísimo. Los filtros hacían de vela y la cámara se meneaba encima del trípode una barbaridad… Las exposiciones largas, de hasta 30 segundos, para crear ese efecto lechoso en el mar, fueron complicadas….

Espero que os gusten.